Dejé “El Noticiero” en el tiempo pactado
Miguel Reyes Razo
El Sol de México
El presidente Carlos Salinas de Gortari recomendó al embajador Gustavo Petriccioli:
“Ten cuidado con tu hábito de fumar, ‘Gus’. No olvides que las alfombras son patrimonio de la
Nación.”
El eficaz diplomático sonrió. Tenía fama de conseguir que la ceniza no cayera. Que permaneciera aferrada a la brasa del cigarrillo. Un capullo gris. Guió al presidente Salinas de Gortari por los pasillos y dependencias de la Embajada de México en Washington. Era octubre de 1989. El domingo 1 la comitiva llegó a la Base Andrews. Supo que en México había muerto el historiador Jesús Sotelo Inclán. El autor de “Raíz y Razón de Zapata”. Salinas lo admiraba. De sus manos recibió los “Anales de Anenecuilco”. Sotelo Inclán los conservó décadas. “Me emociona este hombre -dijo- el catedrático Sotelo Inclán. Tiene un hijo llamado Emiliano. Hará mucho por el campo.
Vivo el reporteo diario: López Dóriga
Y también que el señor Manuel Clouthier. El furibundo sinaloense propietario de la Arrocera “El Palmito” perdió la vida en un accidente automovilístico. Y el presidente George Bush recibía -con gran pompa con vistoso desfile y gran baile en salones de la Casa Blanca- al presidente Carlos Salinas. Gira intensa. Se viajaría a Nueva York, con el señor Emilio Azcárraga Milmo y el poeta Octavio Paz a la inauguración de la Exposición “Veinte Siglos”.
Y el presidente Salinas y el embajador Petriccioli subían una escalera. En el descanso tres reporteros miraban -memorizaban- sus palabras, sus gestos, sus silencios. Ahí está Fidel Samaniego -“dedo chiquito” del presidente Salinas de Gortari-, Joaquín López-Dóriga y Miguel Reyes Razo.
“Señor Presidente -intervino este último- le presento a Joaquín López-Dóriga. Reporterazo…”
Interrumpió Salinas con la mirada en Joaquín:
“Mira Joaquín -comenzó a decirle-: No te veo… Pero te leo; te felicito.”
No escatimó elogios y reconocimientos al ya célebre informador. Ya López-Dóriga tenía antiguo trato con Petriccioli. Sus años en la “fuente” de la Secretaría de Hacienda…
Reyes Razo reseñó aquella escena. Con puntualidad.
“Que tú publicaras aquellas palabras, la actitud del presidente Salinas hacia mí se transformó en una suerte de acicate. Leerlo me sacudió. No te exagero. Te debo una. Gracias…”
SÍ. GABRIEL ALARCÓN FUE. QUIERO QUE SE SEPA QUE YA NO ES AMIGO MÍO
Gabriel Alarcón -“Gabrielito” le decían a un hombre cincuentón dueño de “El Heraldo de México”- se dio a cuidar, a velar, a estimular la voluntad de Joaquín López-Dóriga. Alarcón echó mano del afecto, del respeto y la admiración hacia el cronista que siempre probó su lealtad al diario. Y con él Mercedes Aguilar Montes de Oca. Y don Alberto Peniche Blanco. Una suerte de solidaridad -de antiguos amigos- se desplegó en derredor de Joaquín. Y los saberes del doctor Flores Izquierdo -hijo de don Gilberto Flores Muñoz- remediaron sufrimientos y dolores al periodista. Y no olvida David López Gutiérrez -hoy diputado federal- aquellos días de la Cumbre Iberoamericana de Guadalajara. “Nos dio un sustazo Joaquín”, cuenta.
“¡Cómo estremeció -conmovió- ver a Joaquín López-Dóriga transformarse en un reportero con hambre y sed de noticias. Ahí estaba yendo de un lado a otro en pos de la información. Como si principiara su carrera. Si ya era conocido y admirado ahora alcanzaba el cariño de muchos. Por doquier se comentaba su metamorfosis.” Eso dijo la maestra Soledad Loaeza en su oficina de El Colegio de México. Mientras lo hacía corregía el portarretratos en donde conserva las imágenes de Clark Gable y Pedro Armandáriz. “Distinto Amanecer” -juzga- es una buena versión de la magnífica “Casablanca”.
Dolores Colín Chávez -“Dolola”- tan puntual. Tan leal. Amistosa. Conoce el movimiento de los astros. Interpreta. Facilita. “Por primera vez en muchos años -celebra a plenitud- no viviré un noticiero. Me perderé.” Pero antes -al mediodía- hace coincidir tiempos. El -en apariencia- desencadenado de Joaquín con los que solicitan minutos. “Quiero entrevistarlo. Él me dijo. Él me ofreció…” Dolores Colín sabe de argucias.
“Ven este lunes, como a las 7. Joaquín no tiene mucho tiempo. Pero te recibirá. A las 7 de la tarde. Mete tu automóvil. ¿Jetta? Por el portón de bronce de Chapultepec…”
Pasillos sin rastros de la fiesta del viernes. Sin Julio González ni Héctor Guerrero. Cuando aquella noche Joaquín dejó su oficina hacia el reducido espacio -para vivir el sentenciado “DÍA CERO”- valla de aplausos y sonrisas lo acompañó. Sus compañeros de años lo esperaron. Siguieron su diálogo con Adela Micha. Y ya libre lo abrazaron, estrujaron, felicitaron. Orgullo de trabajar juntos. Para el NOTICIERO.
RECIA AMISTAD CON EL CULTO FÉLIX CORTÉS CAMARILLO Y EL SENSIBLE JACOBO ZABLUDOVSKY
Y la galería. Joaquín López-Dóriga en las antiguas colonias de la Indochina Francesa. Reportero en Vietnam. Cabello lacio. Abundante, obediente. Sonrisa que desarma. Incisivos ingenuos. Faz adolescente. La curiosidad lo cubre todo. Ahí los tres. Jacobo Zabludovsky en medio. A su derecha Joaquín. A su izquierda el talentoso, el culto, el brillante Félix Cortés Camarillo. Jacobo firma: “Con afecto a mis compañeros”. Algo diluido, a espaldas del trío el poderoso “24 HORAS”. “Cada raya explica un año” -diría Jacobo Zabludovsky cada septiembre. Jacobo:
“¿Objetividad en el periodismo?” Le recomiendo vea la película “Rashomon”. La realizó Akira Kurosawa. Véala. Varias personas quizá siete, -tal vez ocho- miran, atestiguan un crimen. A su hora cada uno da distintas, diferentes -encontradas casi- versiones. ¡Y lo habían vivido! ¿Objetividad? Jajajaja.
Y Félix Cortés Camarillo quien siempre se soñó -se anheló- dramaturgo. Director de teatro. Hombre de escena. Para ello se preparó. Estudió duro. Conoció Europa y su teatro. Se familiarizó con la Europa Oriental. Muy preparado regresó a México. Y no halló empleo. Editores lo rechazaron: “Es comunista. Es rojo. No. No”. Dicen que Rosa María Campos lo recomendó con Jacobo. Dicen. Se convirtió en jefe de Redacción de “24 HORAS”. Fue el principio de una carrera de éxito. Amigazo de Joaquín.
“¿No lo viste el viernes? Estuvo aquí. Como muchos de los amigos -mis amigos- de toda la vida. Míralo. Cómo éramos.
De una sala de juntas su oficina. Paredes de cristal. Transparente. Pasillos, personas, prisas, cavilaciones. Mucha luz. Yasser Arafat frente al micrófono con que lo reta Joaquín. Juan Pablo II le entrega benévola mirada. José David Alfaro Siqueiros le argumenta con ardor. José López Portillo -pipa entre los dientes- empuja la silla de ruedas del reportero que exhibe un pie vendado.
“¿Soñaste ser este que eres? ¿Se te cumplió el anhelo, Joaquín?
“Ni lo imagine. Ni lo soñé. Tú lo sabes bien. Los reporteros vivimos al día. Los reporteros vamos por la nota. Procuramos -eso sí- ganar la fuerte. Tener la “de ocho”. La principal. Para seguirla -si se puede- al día siguiente.
“No; yo nunca pensé en alcanzar estas cimas. Como tampoco supuse que tendría esta serenidad, este equilibrio, este bienestar…”
Y tras un breve silencio Joaquín redondea:
“… Lo que bien puede dejar entrever que en algún punto de otra edad extravié mi serenidad, mi buen juicio. Y que hora -al apreciarlo- te dé felicidad recuperarlo.”
Detesta, no soporta la asfixia de la corbata. Y la prisión del saco. En el periódico de Carmona y Valle se zafaba el nudo de la corbata. Respiraba. Y se echaba sobre los hombros el saco. Se lo “ensobronaba”. Podía ir a toda prisa como si el saco fuera un abrigo
QUIERO VOLVER A ESCRIBIR CRÓNICAS. ¡GRAN GÉNERO PERIODÍSTICO! SOLO LA NOTA “DE OCHO” LO SUPERA. Y HACE LA “PELEA” TODO LOS DÍAS
“Suerte? ¿Destino, Joaquín?”
“¡Nada de eso! -rechaza vigorosamente López-Dóriga. Esfuerzo. Trabajo. Constancia. Perseverancia. Doña ‘Jose’ -mi madre- solía decirme: ‘La Suerte es una viejecita que pone un puesto todos los días a las 5 de la mañana. Al amanecer. Y a las 5 y 10 ya se marchaba. Levantaba su puesto’. Sí. Jacobo también lo decía. Y es la verdad. Los reporteros -aquellos que ejercemos este maravilloso oficio- tenemos que construir nuestro prestigio todos los días. Con una salvedad. ¡Guay de ti si un día fallas! De nada valdrá tu dilatada carrera de éxito. Se va por un desfiladero al abismo. Si Luis Sota decía que ‘no hay nada más viejo que un periódico de ayer’. Yo digo que hoy ya casi nace muerta la información. Así de poderosos son los cambios.”
“¿Hubo un personaje que te inspirara, uno cuyo ejemplo te sirviera de ideal, Joaquín?”
“Sí. Y era un gigante. Gilberto Borja Navarrete. Ingeniero motor de ICA. Y luego en Nacional Financiera. Constructor de la presa ‘Infiernillo’. Tuvo trato privilegiado con el general Lázaro Cárdenas. Alfredo Conrique su leal secretario particular cuidaba la galería de fotos. Gilberto Borja. Intenso en el trabajo. Y en la alegría. Individuo generoso. Mexicano de lujo. Don Gilberto Borja mereció la Medalla Belisario Domínguez”.
Camisa beige. Corbata verde muy fresco. Ganas de tiempo.
“Creí que tendrías profundo afecto por Gabriel Alarcón. El hijo de Don Ga. ¿Recuerdas, Joaquín? En septiembre de 1994 fuimos con el presidente Salinas de Gortari a la ONU. Cenábamos en el “21” cuando llegó la señora Clinton. ¿Te acuerdas? Y el presidente Salinas de Gortari citó en el Hotel Plaza. Y tú me llevaste con el señor Alarcón -con Gabriel, Gabrielito- que -me dijiste- quería hablar conmigo. Y fui. Fuimos.
“Yo te pediría -dijo Gabriel Alarcón -Gabrielito- que ya no hablaras de que mi padre tuvo que ver con el crimen -asesinato- del líder cinematografista Alfonso Mascarúa Alonso. Te pediría que ya no volvieras sobre eso…”
Fue la solicitud de Gabriel -Gabrielito- Alarcón. Gabriel Alarcón junior a este reportero.
“Pensé que esa amistad…”
“No. No existe más. Gabriel Alarcón fue… ¡Ya no lo es! Que se sepa. Fue. Ya no es.”
El rencor, la desilusión, el desencanto, cierto rictus de amargura le pintaron la expresión al reportero López Dóriga. “Estuve a su lado. Lo ayudé en momentos difíciles. ¡Basta!”, exigió.
Dejó que se disolviera el
nubarrón.
“¿Qué disfrutas más de tu quehacer periodístico, Joaquín?”
“Escribir crónicas. Lo que haces tú, Reyes Razo. Lo que hicimos juntos tú y yo por el mundo. En campañas. En viajes. En 68. ¿Recuerdas? Fuimos a Miami en diciembre del 94 con Ernesto Zedillo. Cumbre en Miami. En los Jardines Vizcaya. Zedillo. Hombre que sufre mucho para expresar afecto por alguien…”
“Quería mucho a Juan Arvizu -le repliqué-.”
“La Crónica es el Gran Género… Después de la nota. De la de ocho. La nota es la reina. La de ocho se pelea. La pules. La trabajas. Uno comienza atrabajar apenas recibe la orden. Ya calculas cómo la vas a presentar. Que ángulo vas a explotar. El filoso. El atractivo. No me digas que don Mario Santoscoy anda medio enfermo. Vamos a juntarnos con él. ¡Cómo nos talló! ¡Pero cómo nos enseñó don Mario Santoscoy!”
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