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¿Cometerán los mismos errores?

2015-09-03 | Armando Vásquez A. | Sección:

04/09/2015

AHORA QUE ANDAN rolando con mayor difusión las listas de los posibles integrantes del gabinete de Claudia, vale la pena preguntarse: ¿tendrán la capacidad que les demanda la posición para la que suenan?

Una vez comenté las características que deberán tener quienes queden como secretarios pues este gobierno que ya se va, hizo renacer una serie de problemáticas en todas las dependencias que se convirtieron en círculos viciosos.

Ahí van.-

1.- La creación de reinados pequeños.

Cada titular de dependencia, de manera obvia, incrustaba primero, como ocurrirá ahora, a todos aquellos que conforman “su equipo” (amigos y compadres), para cargos de primer nivel mismos que aprendieron el manejo de la administración pública en la marcha y se perdió buen tiempo en ello.

Ese círculo de amigos a su vez incrustaron a otros (propios y recomendados) en niveles inferiores (como ocurrirá ahora), el detalle es que hasta los del segundo círculo empezaron a maniobrar y metieron a gente en el nivel de más abajo (como puede llegar a pasar), en conclusión: si todos aprendían sobre la marcha, ¿cómo esperaban sostener los índices de calidad, los procesos enredosos propios de la burocracia y aún más, controlar el sistema para invadir otras esferas de Gobierno?

2.- La comunicación cerrada.

Ante esta situación ocurrió lo obvio: lo que el jefe decidiera. La jugada de todos era que el jefe en turno no se molestara (como ocurrirá ahora) y descifrar su lenguaje corporal y no escrito para estar en la vibra positiva, ¿el trabajo?, pues el de diario y se recargaban en los eternos burócratas que si le inteligen a esto. El resultado fue un circulo secundario, a nivel de jefes de área, que iban a su chamba, se encerraban en su oficina, firmaban documentos sin revisar y únicamente se preocupaban si el jefe superior les daba una regañada, mientras esto no ocurría no se preocupaban ni por capacitarse y mucho menos por lograr la superación de sus áreas.

Resultado: las certificaciones, sobre todo los ISO, desaparecieron en este sexenio. Todos se perdieron, en todas las dependencias. Recuerde lector que en sexenios anteriores, cuando se lograba un ISO de cualquier numeración, esa dependencia se ganaba el derecho a hacer un escándalo en medios. No recuerdo ninguna nota informativa al respecto.

Esa comunicación cerrada, a la espera de que el jefe principal definiera qué hacer, coartó la capacidad de iniciativas y sobre todo, de la innovación gubernamental que al inicio de este sexenio parecía una buena medida, pero cuya semilla cayó en tierra infértil.

3.- El fuego amigo

En las tripas de la burocracia el fuego amigo se intensificó. Radio Pasillo fue muy ruidoso y la grilla interna por buscar posiciones en el tercer círculo se incrementó sobremanera. Quienes manejaban las áreas se convirtieron en tipos prepotentes, con un liderazgo tiránico que al principio se recrudeció pues veían priístas en todos lados y los trataban como enemigos, además, ocupaban puestos que los ganadores se merecían (puede pasar esto ahora). Y la prepotencia bajó al público ciudadano.

La importancia que se dieron fue tal que empezaron a elevar su “estatus” de importancia y cuando sus jefes quisieron detener sus ímpetus, ya era difícil pues aparte de que no podían correrlos (por los padrinos que decían tener), tampoco eran dados a buscar la superación de su área, por más que se lo pedían. Eso sí, una ley no escrita pero que todos respetaron era no hablar mal de su jefe inmediato en el trabajo, claro está.

4.- La corrupción.

La corrupción empezó en los primeros círculos. Empezó con el robo en pequeño y como nadie dijo nada, siguió con robos más grandes. Este modelo bajó a los segundos círculos y a los terceros y si, se dio cuenta el Gobernador, fue cuando sacó aquello de los “Güichos” Domínguez cuando empezaban los desvíos a conocerse y el llamado fue para que le bajaran una rayita, pero nadie le hizo caso por obvias razones, vieron que él mismo no ponía el ejemplo y nadie actuaba en consecuencia.

De hecho, aquellos que lo hicieron e interpusieron demandas ante Contraloría fueron tachados y tratados como traidores. Ahí existen algunos expedientes al respecto, pero nada pasó.

Entonces, los del segundo círculo y del tercero hicieron lo mismo, empezaron con robos pequeños que fueron creciendo y se empezó a notar estos actos de corrupción cuando de pronto no había dinero ni para comprar hojas o papel del baño. La corrupción fue una víbora que se movía de arriba abajo y viceversa en las jefaturas y muy difícil de detener. (Puede ocurrir lo mismo).

5.- El famoso 30 por ciento.

Los proveedores fueron los primeros en notar la corrupción pues les pedían de mochada el 30 por ciento, en sexenios priístas era el diez (puede volver), y ese porcentaje se cobraba una vez terminada la obra, pero en el caso de los panistas no, era por adelantado, a lo gandalla, de allí las repercusiones que ahora se viven e incluso aquella famosa frase de Samuel Moreno cuando dijo que los priístas eran corruptos pero los panistas más.

Esas obras contratadas por gobierno a, digamos por ejemplo, los constructores, atravesaba un canal burocrático en el cual todos querían estar pues el sacrificio era una simple firma y su alimentación requería ese 30 por ciento. Por eso lo cuestionable de la calidad de las obras y el crecimiento de las empresas divinas.

Con los priístas el diez por ciento se cobraba por unos cuantos y con la discreción debida. No se hacía tanto ruido. En cambios, en este sexenio panista si no se embarraba la mano de uno de los integrantes de ese canal burocrático, mantener la discreción sería muy difícil como a final de cuentas ocurrió.

Me pregunto si los futuros titulares de las dependencias podrán desenredar este nudo, rehacer la organización, abrir los canales adecuados de comunicación interna y externa, resarcir el trabajo de gestión, direccionar los controles, regenerar las certificaciones, impulsar la innovación y todo cobijado en la transparencia y resultados de indicadores que se estarán manejando.

¿Qué tipo de gobierno quiere el ciudadano?

a).- De entrada, que la persona que lo atiende en caja, la que da la cara de frente, quite ese seño de coraje y frustración y llegue a trabajar con una actitud agradable pues lo que refleja es el resultado de todo lo que ocurre en su área y dependencia. Vaya, por lo menos que sonría.

b).- La gente no se asusta si un funcionario es corrupto, pero no perdona que su área deje de prestar el servicio de manera óptima y muchos menos que se sepa que es un tranza. Tiene que ser discreto y desparramar hacia sus subalternos un poco del bienestar que logre al cobrar de nueva cuenta ese diez por ciento, no el treinta ni el veinte que mata al proveedor en sus finanzas empresariales internas.

c).- El ciudadano común no sabe si el burócrata que le atiende es panista o priísta, de hecho ni le importa, pero si le encabrona que lo tengan esperando una hora, que no le resuelvan su problema o le jueguen el dedo en la boca con mentiras y lo hagan regresar al siguiente día.

d).- El usuario de los diferentes servicios de gobierno sabe que debe pagar un costo por los productos propios que manejan las diferentes instancias gubernamentales pero le molesta que incrementen el precio esos servicios de un día para otro. No gusta de sorpresas y por supuesto, molesta el hecho de que ese producto, el que sea, no se encuentre en existencia.

e).- No hay que olvidar que el trabajador de gobierno también es un cliente, como diría Max Weber en su apartado sobre la gerencia pública, y sufre las inconsistencias, actitudes prepotentes, liderazgos tiránicos y falta de calidad en los servicios que merece satisfacer a plenitud.

Entonces, e insisto, los sonantes ¿reúnen los requisitos para enderezar los apartados que hemos señalado y evitar los errores cometidos a los cuales están propensos?

Y no solamente eso, ¿lograrán hacer los cambios necesarios en un lapso máximo de seis meses que durará la luna de miel con Claudia Pavlovich como gobernadora?

No deben olvidar que los sonorenses no solamente estamos hartos de la corrupción, sino también de la incompetencia y esa no se arregla ni con un elevado presupuesto y mucho menos reemplazando a burócratas inservibles y colocando en su lugar a otros igual o a lo mejor más inútiles que los primeros y que apenas van a aprender sobre la marcha como se maneja eso que llaman administración pública.

EN FIN, por hoy es todo, no sin antes elevar una plegaria por el eterno descanso de Andrés, así como desear una pronta resignación cristiana a nuestra amiga y colega Ivonne Andrade. Mañana le seguimos si Dios quiere.